No levanta la cabeza, fija los ojos en la mesa o en la taza de café que tiene frente a sí, el café es bullicioso, propio de la céntrica zona donde trabaja, juventud, curiosidad, reunión, bromas, discusiones, risas, enojos, todo se conjunta en ese rincón de tan solo unas cuantas mesas, pocas sillas y mucha vida.
Se mantiene con esa actitud que para algunos podría representar derrota, fracaso, para otros tristeza, melancolía, para unos mas simplemente preocupación o nostalgia, podría significar tantas cosas y ninguna a la vez, todo dependiendo de los ojos que observen.
Movimientos breves para seguir alguien que pasa demasiado cerca, un ruido que despierta curiosidad o sobresalta, una sombra inesperada o un luz repentina, pero todas distracciones breves, nuevamente se regresa a la misma posición, los ojos fijos en el mismo lugar.
Tratar de adivinar las ideas que corren por esa mente, seria, por decir lo menos, inútil, nada revela tan siquiera un esbozo de lo que está sucediendo ahí dentro, en lo más profundo de ese ser, donde solamente una persona entrar y a veces ni siquiera eso sucede.
En todo caso, quien podría querer recorrer caminos tortuosos de pensamientos contradictorios, ideas confusas, decisiones no tomadas, anhelos no realizados, compartiendo el espacio con éxitos, logros, sueños realizados, caminos seleccionados en un instante, reflexiones profundísimas y complejísimas.
La cabeza baja, no rendida, no derrotada, simplemente relajada, concentrada, sin preocupaciones, nostalgias ni tristezas, solamente ensimismada, sin buscar significados ni pensar en dar explicaciones, no había razón ni siquiera para considerar esa posibilidad.
Razones, razones, por qué siempre buscamos razones, justificaciones, hay ocasiones en que las cosas simplemente y ya, no hay necesidad de darles un significado que les explique a los demás nada, es y no hay más que decir.
En la mesa, un pequeña nota en un papel cuidadosamente doblado, escrito con palabras seleccionadas por el color del viento, junto unas llaves y un boleto de avión, no hay equipaje, no hay nada que llevar, lo que necesita ya lo tiene puesto, le cubre el cuerpo y le llena el alma.
Hoy, no mañana ni un día después, hoy.
Con la mirada baja esconde la sonrisa que le llena el rostro de felicidad y saca al sol la ilusión tanto tiempo guardada, hoy vuela en cuerpo y alma, hasta donde tantas veces voló su corazón.
Con la mirada baja, guarda para sí la emoción que en un tono rosado habla desde su rostro, hoy, no mañana, ni un día después, hoy duerme donde tantas veces soñó.
Con la mirada baja y el mundo por delante, disfruta una lágrima que de felicidad no se ha podido guardar, porque hoy, no mañana, ni un día después, reirá con quien tantas veces sonrió.
Con la mirada baja, no comparte su felicidad, es suya y hoy, no mañana ni un día después, levantara la mirada solo para comprobar que ya llego y todo es mejor de lo que nunca soñó y nunca volverá a bajar la mirada, porque adelante esta el futuro, ya no lo soñó.
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